Mitos y realidades sobre la violencia contra las mujeres

Mitos y realidades sobre la violencia contra las mujeres



 

Mito: En casa estarás segura, cuidado al caminar por la calle
Estadísticamente, las posibilidades de
que la violencia contra una mujer ocurra en espacios de relaciones
íntimas y familiares son mayores que las de tener sus derechos sexuales y
a la integridad física vulnerados por desconocidos. Este mito enmascara
las relaciones violentas que muchas veces ocurren dentro de los hogares
a nivel familiar, silenciándolas y restándoles gravedad. Por otro lado,
refuerza discursos y prácticas que históricamente han confinado a las
mujeres al espacio privado y limitado o impedido su presencia en el
espacio público; en este caso, a través del miedo.

Mito: Si mi pareja me pegó o me gritó es porque lo merezco; debo haber hecho algo mal.
Nadie tiene el derecho de utilizar
violencia contra otra persona por discrepar con ella, por haberse
enfadado, por la razón que fuere. Perpetrar violencia física o
psicológica contra una mujer es un delito, sancionado nacional e
internacionalmente por diversos instrumentos y leyes.

Mito: Si fuiste violada o abusada sexualmente es porque lo provocaste.
Tenemos derecho a la libertad y a que se
respete nuestra integridad física, sin excepción alguna. En este
sentido, la ropa que vestimos, el horario o lugar en que estemos, cómo
decidimos desarrollar nuestra sexualidad, el hablar o no con alguien,
aceptar bailar o salir no son excusas para violar o violentar nuestros
cuerpos.
Históricamente esta excusa ha sido
utilizada en diferentes espacios comunitarios, y hasta ante tribunales,
como forma de culpabilizar a la víctima de agresiones y excusar a los
perpetradores de violencia. Desde los movimientos de mujeres y pro
derechos humanos se ha denunciado estas prácticas injustas, y cada día
que pasa hay mayor vigilancia y presión para que las violaciones a
nuestros cuerpos sean sancionadas como tales, sin excusas y juegos de
poder.

Mito: Los hombres violentos son siempre psicópatas o locos.
Pensar en los hombres que ejercen
violencia como "monstruos", "locos" y/o personas que no reflejan lo
"normal" en nuestra sociedad es encubrir la realidad de que la violencia
contra las mujeres se ejerce sistemáticamente (con enorme frecuencia) y
que quienes la practican lo hacen justamente porque lo han aprendido y
porque a diario son excusados por ello: "él va a cambiar", "está
estresado", "tiene dificultad de lidiar con sus sentimientos", "los
hombres son así por naturaleza".
Desde la infancia aprendemos a aceptar
(como niñas) o a ejercer (como niños) esta violencia en diferentes
niveles, enseñada y reproducida desde el hogar, la escuela, la
comunidad, donde se refuerza una cultura en la que las mujeres son
consideradas inferiores, diferentes en el sentido negativo, desiguales,
débiles y criadas para obedecer siempre la autoridad masculina (padre,
esposo, hermano).
Es importante reconocer que la violencia
no es un problema individual y aislado, sino más bien cultural: algo
enseñado y aprendido como valor asociado a la masculinidad en nuestras
sociedades. Sólo así podremos conocer mejor los orígenes de este
problema para combatirlo.

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